Dra. Myriam Velarde Incháustegui

Las características externas del Sistemas Nervioso aparecen al final de la tercera semana de vida embrionaria. El desarrollo del Sistema Nervioso es un proceso dinámico, regulado por numerosos factores endógenos y exógenos, entre ellos genéticos, nutricionales, metabólicos y ambientales. Cualquier cambio en la homeostásis, es decir en el equilibrio de los sistemas corporales, puede causar una disfunción importante y, manifestarse como anormalidades en la diferenciación química, eléctrica o celular. Durante el primer año de vida el cerebro alcanza casi a triplicar su peso de aproximadamente 335 a 950 gr.; al mismo tiempo la circunferencia craneana aumenta en más o menos 12 cm. A la edad de 6 años el crecimiento del cerebro se ha completado en casi un 90 %. El cerebro revela casi todo su crecimiento potencial a la edad de 6 años; sin embargo la mielinización y la maduración axonal continúan durante la niñez y persisten durante la edad adulta, mientras se adquieren nuevas habilidades y conocimientos.

La constitución de los diferentes tejidos del organismo es en general homogénea, la del tejido nervioso es heterogénea. Esta noción es de suma importancia y nos permite comprender porque cada una de las neuronas nace con una función especial.  Nacemos con una capital de neuronas y nuestro patrimonio no aumenta en este sentido con la edad, al contrario puede disminuir. La educación funcional, verdadera gimnasia mantiene la excitabilidad de nuestras neuronas, aumenta su conductibilidad, facilita sus conexiones y crea circuitos nerviosos adaptados a las funciones que debe realizar.

Veremos los principales hitos del desarrollo durante los primeros años de vida:

EDAD

EN MESES

DESTREZA

MOTRIZ

DESTREZA SOCIAL ADAPTATIVA

HABILIDAD EN

EL LENGUAJE

1 MES Posición prona, levanta la cabeza; sigue la línea media. Mira la cara. Reduce su actividad con los sonidos.
2 MESES Posición prona, levanta la cabeza a mitad del camino. Sonríe como respuesta. Vocaliza sin llorar.
4 MESES Sostiene la cabeza. Sostiene una sonaja. Ríe con ruido.
6 MESES Se da vuelta de posición supina a prona. Sostiene juguetes. Balbucea a los juguetes.
8 MESES Se sienta solo. Come solo una galleta. Imita sonidos.
10 MESES Se levanta. Juega     escondite. “dada”,  “mama”.
11 MESES Agarra con pulgar e índice. Explora  los juguetes. Imita el sonido del lenguaje.
12 MESES Camina con una mano apoyada, da pasos. Juega con la pelota. Dos palabras, además de “mama” “dada”.
18 MESES Corre

torpemente.

Come solo. 10 palabras.
24 MESES Corre bien, sube y baja escaleras de una en una. Ayuda a desnudarse, escucha historietas. Puede combinar frases de 2 a 3 palabras.
30 MESES Salta. Ayuda a sacar cosas. Utiliza el YO.
36 MESES Sube escaleras alternando los pies. Se lava las manos. Conoce su edad y sexo.
48 MESES Brinca en un pie, usa tijeras. Va al baño solo. Repite una historia.
60 MESES Salta de continuo. Se viste y desnuda. Repite frases de 10 sílabas.

Factores que producen disfunción del desarrollo neurológico:

Una alteración en la maduración cerebral puede producirse a partir de acontecimientos a los que anteriormente se prestaba poca importancia y que ocurren en diferentes momentos desde el inicio de la gestación hasta varios años después del nacimiento.

Según el momento en que actúan pueden dividirse en las que afectan al producto mientras permanece en el útero (PRE PARTO) durante el parto (PARA NATALES) y las que afectan al niño después del nacimiento (POST NATALES). En términos generales se acepta que las causas del segundo grupo son las que causan un 80% de las patologías. Estas causas son las producidas por una mala atención en el momento del parto, ya sea porque la madre no tuvo un adecuado control pre-natal y no se pueden hacer las prevenciones necesarias.

Es importante saber el APGAR del recién nacido (es una medición creada por la doctora Virginia APGAR con la cual nos podemos dar una idea del estado del niño al nacer ya que valora respiración, frecuencia cardiaca, tono muscular, coloración de la piel y actividad refleja. Este APGAR para ser considerado normal debe estar dentro de una puntuación de 8-10 y debe ser tomado no sólo al minuto del nacimiento sino también a los 5’ y a los 10’ lo que nos da un valor pronóstico.

Estos cambios en las estructuras cerebrales no siempre son macroscópicos y evidentes, sino pueden ser a nivel bioquímico o provocar retraso en la maduración cerebral lo cual posteriormente se haría notorio en la época pre-escolar o escolar mediante los trastornos motores gruesos y/o finos, los problemas del lenguaje y conductuales (Trastorno por Déficit de Atención con/sin Hiperactividad).

La mejor manera de tratar éstos trastornos es mediante el método interdisciplinario, es decir con la colaboración de los diversos profesionales que laboran en el campo como son el neurólogo especializado, psicólogos, terapeutas de lenguaje, aprendizaje o psicomotricidad.

Señales de advertencia

¿Qué sucede cuando un niño se ve privado, por alguna razón inevitable, de esta clase de estímulo? La triste verdad es que ciertos niños no poseen buenas bases para su desarrollo cerebral. Otros tienen dificultades menores con determinados aspectos del lenguaje. Si bien todos los niños poseen sus “peculiaridades”, he incluido una lista de señales de advertencia. Al respecto, deseo señalar que los bebés prematuros deberían siempre ser evaluados de acuerdo con su edad de gestación y no según su verdadera fecha de nacimiento.

La presencia de cualquiera de estas señales de advertencia debería servir de alerta para acudir a un profesional:

  1. El bebé “demasiado bueno” que duerme constantemente.
  2. Escasos contacto visual con sus padres.
  3. No reacciona ante las voces ni otros sonidos.
  4. Asimetría en el movimiento de los miembros: el lado derecho e izquierdo del cuerpo deben ser igualmente fuertes y activos durante el primer año de vida.
  5. Demora notablemente en muchos o casi todos de los hitos comúnmente aceptados relativos al desarrollo motriz (sentarse, gatear, caminar, etc.)
  6. Demora notable de la sociabilidad: no participa en juegos simples, no dice adiós, no juega a ocultarse.
  7. No desarrolla el ejemplo del lenguaje dentro de los límites del tiempo adecuados.

Si usted tiene serias dudas sobre el desarrollo de su niño no acepte que el pediatra le diga que ya mejorará. El diagnóstico precoz, o la confirmación de la normalidad, son importantes.

Afortunadamente, el cerebro en crecimiento es bastante plástico. Si algunos sistemas se ven bloqueados, por la ceguera, por ejemplo, otros sistemas se desarrollan con más vigor, estableciendo una compensación. La pregunta importante es hasta qué punto pueden cambiarse determinadas capacidades por medio del estímulo la experiencia. Quizá la respuesta depende del programa neutral de la naturaleza para los períodos críticos dentro del desarrollo de las habilidades.

Periodos críticos

Cómo regula el tiempo el cerebro

Cuando a un gatito se le vendan los ojos durante sólo cuatro días en el segundo mes de vida, puede sufrir luego de ceguera permanente porque determinadas células de la corteza visual no tuvieron la oportunidad de ser activadas.

Aun más curioso resulta comprobar, a través de estudios hechos con animales, que los detectores visuales que nos permiten distinguir las líneas verticales de las horizontales pueden no desarrollarse si no reciben estímulos durante un período crítico. Imaginen una gallina criada en un laboratorio en el que las líneas verticales han sido premeditadamente suprimidas. Cuando este pobre animal es luego llevado al mundo exterior choca continuamente contra los postes porque no puede percibirlos.

En los seres humanos los períodos críticos son mucho más difíciles de investigar y los científicos se niegan a establecer generalizaciones respecto a los niños, basadas en estudios realizados con animales. Hasta ahora se ha demostrado que los bebés que nacen con cataratas en ambos ojos desarrollan una visión casi normal si las cataratas son extirpadas antes de los dos meses de edad, pero que el daño es permanente si no se extirpan antes de los seis meses de vida. Esta experiencia sugiere que también existen períodos críticos, o al menos sensibles, para los cerebros humanos. El período crítico para el desarrollo de la visión binocular (la capacidad de coordinar las imágenes de ambos ojos) es aparentemente el que transcurre entre el nacimiento y los tres años de vida; y o niños que sufren de estrabismo necesitan ser sometidos a un tratamiento antes de cumplir cinco años, a fin de que su corteza visual se organice normalmente.

También puede haber períodos críticos en el desarrollo auditivo. Los niños que sufren de sordera crónica o intermitente, a causa de infecciones del oído en la primera infancia, probablemente tendrán dificultades en el futuro relacionadas con la lectura, debidas tal vez a una inapropiada discriminación de los sonidos (l en lugar de r por ejemplo). El sistema auditivo humano es especialmente sensible a la interrupción entre el nacimiento y los cuatro años de edad. Si los sonidos no penetran en el oído, el niño quizá no pueda procesarlos con precisión. Algunos teóricos incluso piensan que la mala audición o la sordera total provocan dificultades en el lenguaje, del cual depende el pensamiento superior.

Pautas para juegos que estimulan el desarrollo cerebral

Muchos padres se preguntan sobre la mejor manera de guiar los juegos de un niño pequeño. Las investigaciones realizadas, confirman una vez más las bondades del sentido común: siéntese en el suelo y participe del juego de su hijo cuando tiene tiempo para ser paciente con él, y permita que el niño haga el aprendizaje. He aquí algunas pautas:

  • Asegúrese de que el niño está interesado activamente en el juego.
  • Si el niño adopta una actitud pasiva, emprenda usted una actividad muy simple y luego trate de incluir al niño.
  • Recuerde que, para reafirmar las redes neutrales, una actividad debe ser repetidas muchas veces. La repetición no resulta tediosa a los niños pequeños, pero si usted se aburre de la repetición, piense en el futuro, cuando deba compartir su automóvil con esa criatura.

Comparativamente, el tedio puede ser fácil de sobrellevar.

  • Estimule positivamente al niño para que explore e investigue, a fin de desarrollar sus habilidades motrices y sensoriales.
  • Convierta a su hogar en un lugar seguro para el niño.

Estimule los intentos de afrontar nuevos desafíos.

  • Las alfombras y los cojines grandes ofrecen superficies seguras para el juego.
  • Emplee el corralito y otras restricciones el menor tiempo posible.
  • Si es posible, procure que el niño pueda mirar por una ventana.
  • Es aconsejable que haya en la casa estantes a baja altura, donde el niño tenga siempre acceso a juguetes y libros. Evite el empleo de cajas repletas de juguetes.
  • Ofrezca al niño objetos o juguetes nuevos de a uno por vez. En todas las edades, el cerebro reacciona ante lo novedoso, pero los niños tienden a afrontar nuevos desafíos cuando están rodeados por cosas que les resultan conocidas.
  • Para captar la atención visual es útil variar la decoración que lo rodea, cambiando ilustraciones, cuadros y calendarios, siempre de colores brillantes.
  • Llame la atención del niño sobre determinados objetos o aspectos de su entorno. Ayude al bebé a concentrarse en un sentido cada vez (vista, oído, olfato, gusto, tacto) para que absorba la información correspondiente.
  • Habitúese a conectar el lenguaje con los sentidos. Hable de lo que está ocurriendo, incluso con los bebés. El lenguaje es el medio por el cual el cerebro desarrolla su capacidad de actuar como centro de control del pensamiento, el aprendizaje y la planificación.
  • Los juguetes con sonido o efectos visuales estimulan las habilidades cognoscitivas, pero es importante que el bebé pueda ejercer una interacción con ellos. Golpear dos cacerolas entre sí es mucho más beneficioso para el desarrollo cerebral que apretar botones para crear sonidos producidos por elementos electrónicos ocultos. El niño debe poder vincular la causa con el efecto y ver las partes del juguete en acción.

Elementos químicos naturales que inciden en el aprendizaje

Una estimulación adecuada no implica aumentar las horas de vigilia del niño ni ejercer presión sobre él. Respete las pautas automáticas de la naturaleza, las señales de sobreexcitación o malhumor que indican que el bebé ya está fatigado. El aprendizaje es más efectivo cuando las emociones positivas facilitan la producción de secreciones químicas del cerebro, que posibilitan la transmisión de mensajes intercelulares. Estas sustancias llamadas neurotransmisores favorecen especialmente el aprendizaje cuando el niño está descansado, controlado y seguro. El agotamiento, la ansiedad, la presión o el miedo pueden impedir que las neuronas envíen o reciban las señales deseadas. Un psicólogo ha afirmado que la vida agitada de los niños muy pequeños  causa una “epidemia” de trastornos del sueño. Los expertos también manifiestan su preocupación por los esfuerzos bien intencionados de algunos padres que inconscientemente traban el desarrollo mental de sus hijos al imponerles un aprendizaje excesivo.

Acelerar los procesos

Recientemente se ha producido una ola de entusiasmo ante la posibilidad de crear “super bebés”. Los padres se preguntan si deberían enseñar a sus niños pequeños a leer, a tocar el violín, hablar japonés o a patinar sobre hielo antes de que cumplan tres años. Dejando de lado el hecho de que los niños no deberían emplear tiempo en actividades que les son intrínsecamente indiferentes, existe otro problema: la presión excesiva para hacerles aprender actividades inadecuadas para su edad puede crear dificultades posteriores.

Muchas habilidades dependen de la maduración natural de determinados sistemas neurológicos, maduración que se produce cuando los axones que envían los mensajes se recubren de mielina, sustancia grasa aislante que acelera la transmisión de los mensajes intercelulares. Antes de que se produzca esa mielinización, los mensajes atraviesan los axones en forma errática e ineficiente. La formación de mielina está dictada por la naturaleza; globalmente, comienza en la parte superior de la columna vertebral y se desplaza hacia las estructuras más complejas del cerebro; al mismo tiempo, desciende por la médula espinal. Por ejemplo, cuando el bebé nace, se encuentran ya bien desarrollados los centros cerebrales inferiores, necesarios para la succión refleja, pero los que controlan el desplazamiento, el lenguaje o la vejiga, aún no contienen mielina. El sentido común nos dice que es inútil tratar de lograr que un recién nacido camine, pero cuando tiene un año de vida y esas conexiones ya contienen mielina, es difícil evitar que lo haga.

La formación de mielina se produce en forma cíclica; esos ciclos preceden el dominio del niño de aprendizajes cada vez más complejos. Por lo tanto, si bien podemos estimular el desarrollo de las redes celulares cuando éstas están preparadas, existen muchos aspectos de su crecimiento que no deben acelerarse. Algunas investigaciones sugieren que la mejor manera de estimular la producción de mielina es ayudando al niño a comprender las relaciones de unas cosas con otras, es decir, realizar conexiones mentales. El orden natural de este aprendizaje comienza con las actividades espaciales y visuales que incluyen el empleo del tacto, sostener o explorar objetos (jugar con agua y arena, con cubos, apilar juguetes, resolver acertijos)  o aprender a sentir el propio cuerpo en el espacio, como cuando el niño rueda, se arrastra o trepa.

Se puede imponer el aprendizaje de ciertas habilidades por medio de una instrucción intensiva, pero eso puede hacer que el niño emplee redes neurales inadecuadas e inmaduras, distorsionando así el proceso natural del crecimiento. Cuando se trata de acelerar el proceso de aprendizaje y los sistemas neurológicos no están aún maduros, se está haciendo algo semejante a lo que realiza el conductor de una limusina que trata de avanzar a toda velocidad por el sendero estrecho de un bosque. Se puede hacer, pero ni el automóvil ni el sendero quedarán en buenas condiciones. Además, la presión que se emplea para forzar esa clase de aprendizajes puede dejar secuelas emocionales permanentes. El aprendizaje debe seguir un orden programado; se lo puede estimular, pero no forzar.