Ps. Aldo Diaz

Psicólogo Clínico

Enrique (no es su nombre real) tiene 8 años y vive con sus padres, no se distinguiría de otros niños sino fuera que al hablar ante el público, personas nuevas o ante un examen, suele sentirse muy incómodo e inmovilizado. Al hablar con los padres, indicaron que siempre fue “tímido” y “nervioso”, y que siempre mostraba lo mismo: manos sudorosas, palpitaciones rápidas y fuertes, dolor de cabeza, malestar en la barriga y pensamientos de “y si pasa esto”, “y si pasa lo otro”.

¿Estamos con un niño con temores, ansiedad? ¿Se le va a pasar?

¿Es necesario ir a psicología? ¿Cómo sé cuándo llevarlo?

Para responder estas preguntas, comencemos con los temores, luego con ansiedad. El temor (o miedo) es una emoción básica, universal y adaptativa, todas las personas lo sentimos, es una reacción corporal ante algo (un hecho o una idea) percibido como amenazante, y se siente como un estado de tensión que la mayor parte de las veces dura segundos o pocos minutos, suele ser pasajero. Los miedos más frecuentes en la niñez son: a la oscuridad, a los extraños, al colegio, a la separación, a animales, a insectos, a enfermedades, accidentes, entre otros.

Por otro lado, tenemos la ansiedad que es más compleja que el temor, no es pasajera y ocurren 3 grupos de sensaciones: los llamados somáticos (palpitaciones, sudoración, temblores), los motores (inquietud en manos y pies, huida, ira) y los cognitivos (pensamientos futuros y pesimistas).

Todos solemos manifestar miedos, pero no todos solemos manifestar ansiedad. Usualmente, las personas con tendencia a la ansiedad (sí, varias personas tienen una predisposición a ser “ansiosos”) suelen mantener miedos constantes e intensos al pensar continuamente en los eventos temidos o las posibles consecuencias negativas de esos eventos. Cuando el estado de ansiedad impide que la persona pueda realizar las actividades habituales o necesarias para adaptarse a su entorno, entonces ahí estamos hablando de un problema. Como dato adicional, cuando las sensaciones y pensamientos ansiosos son altamente intensas ante cosas o situaciones que la mayor parte de las personas no le tienen miedo, se llama “fobia”.

Pues bien, la ansiedad es un problema cuando las sensaciones y pensamientos interfieren en el funcionamiento normal de las personas (puede ser en niños, adolescentes, jóvenes o adultos), y es más problemático no sólo cuando interfieren, sino cuando lo impiden. Si vemos el caso de Enrique, entonces estamos viendo ansiedad, por sí solo no se le va a pasar, y sí, necesita un apoyo para poder manejarlo. En psicología la ayuda comprende guiarlo en el manejo de las sensaciones y pensamientos que le provocan malestar, además de trabajar otros temas relacionados, como desencadenantes, ayuda en el hogar, en el colegio, etc.

Por lo pronto, padres y madres somos la primera línea de ayuda para el manejo de los temores, primero: relajándolos, usar respiraciones y estiramientos para bajar la tensión corporal, buscando el alivio físico en primer lugar; y segundo: pensar en soluciones, ante pensamientos negativos (“¿y si no puedo hacerlo?”), expresarle positivos (“¡puedo hacerlo!”) o buscar acciones que solucionen la idea de miedo (“¿qué hacemos para que te sientas mejor?”).

Vale anotar que tener ansiedad no es síntoma de debilidad, es una condición que caracteriza a muchas personas, en donde el objetivo principal es manejar las sensaciones de malestar y sus desencadenantes o consecuencias, hay que tener en cuenta que la evitación o la huida sólo hace que el miedo o la ansiedad crezcan y sean más problemáticas durante el desarrollo.