Ps. Aldo Diaz.
Para los que somos padres, el fin del año es una época muy especial, ya sea por diferentes razones (religiosas, familiares, afectivas, infantiles, etc.), es una ocasión de unión y compartir con los nuestros.
También es la época de los pedidos (expresar a alguien la necesidad o deseo de algo que lo satisfaga), los más anhelados objetos y vivencias serán demandados por los pequeños, algunos serán satisfechos, otros no, algunos más tendrán que esperar, pero el pedir cosas es práctica común y la actividad por excelencia.
Pero hablando de pedir a los demás, puede resultar interesante conocer cómo los padres podemos influir sobre ello en la vida cotidiana. Hagamos un cálculo sencillo, de todas las cosas que les decimos a los hijos, ¿cuántos son pedidos? Desde los sencillos:”no hagas eso”, “lávate”, “ven”, “cómo estás”, a los folclóricos: “ya comiste?”, “¿tu tarea?”, “¿dónde está tu mamá?”.
¿Qué porcentaje de todo lo que les decimos son pedidos sobre acciones, cosas o información? (pueden ensayar un porcentaje ahora mismo, no hay problema si incluso es el 100%). En mi trabajo con padres, la mayoría reconoce entre el 70% a 90%, es decir, la mayor parte de las cosas que le dicen a sus hijos es eso: solo pedirles. Por eso, no es de extrañar que luego de varios años haciendo eso, nos acerquemos a nuestro hijo (a) adolescente y al llamarle (incluso sin pedirle nada aún) éste responda con irritación o incomodidad.
¿Cómo reaccionarían ustedes si las personas con las que vivimos nos pedirían cosas todo el tiempo?, seguramente con fastidio, es más, eso también ha pasado con nosotros.
No me malinterpreten, el pedir no es algo inadecuado, es una de las actividades que dentro de la crianza busca también lograr en nuestros niños la independencia y adaptación para superar las demandas del ambiente. El problema es SOLO PEDIR, es un extremo, los extremos sí son inadecuados, todo extremo en la crianza eleva las probabilidades de un comportamiento inadecuado. El otro extremo inadecuado es  “SOLO DAR” es satisfacer en todo lo pedido, es decir, la ausencia de límites (también llamada “permisividad”). Un equilibrio entre “dar” y “pedir” sería excelente, un equilibrio justo entre derechos y deberes, un equilibrio en la forma cómo nos comunicamos con los hijos.
En mis talleres uso un ejercicio sencillo: al llegar a casa (además de saludar y ser afectuoso) antes de pedir nada, den algo suyo, cuéntele a sus hijos su actividad del día, del año, de hace 10 años, de cuándo fueron niños, lo que gusten, solo un minuto. Después de ello, ya pueden pedir. Que mientras vaya creciendo, el niño o niña sepa que además de exigir, también damos y escuchamos.
Espero que la pasen muy bien todos, y para terminar, en estas fiestas también pueden hacer algo de equilibrio: además de preguntar “¿Qué te gustaría recibir esta Navidad?”, también podríamos agregar “¿Qué te gustaría dar en Navidad?”.  El hogar funciona muy bien para enseñar estas cosas y, generalmente, solo los padres lo hacemos intencionalmente y motivados.
 ¡Felices Fiestas!
 A propósito de enseñanzas en el hogar, el 20 de febrero empezamos el Taller CRIAR para padres. Más información aquí.